CHICOTÁS: stretches of life*

Revista Nazarenos (Seville) | Issue Nº6
Article unfolding the concept and research of the multi-sensorial exhibition-space I created in London (30th April - 1st May). Whose goal is to produce a new universalized experience of Seville’s Holy Week through audio-visual installations in order to enable new forms of experiencing collective rituals beyond religion.

April 4, 2022

CHICOTÁS: stretches of life*

*CHICOTÁS: tramos de la vida

A mis padres, por inspirarme a ser quien soy y hacer lo que hago.

A Sevilla, por ser una ciudad encantada. 

Miles son las obras, escritores y poetas que han intentado describir «quién» es la Semana Santa de Sevilla. Millones son los que, a lo largo de su historia, han sido hechizados por ella. Por su forma de contarnos qué es la vida y qué es la muerte, dándole sentido a este (aparente) sinsentido existencial. Y es seguro decir que nos hechiza de una forma tan sutil e inesperada, tan inexplicable para la razón, que puede lograr embaucar a cualquier alma. De cualquier sitio y creencia. Con independencia de sus memorias y experiencias previas. Como Antonio Núñez de Herrera ya explicó: «al ciudadano laico le resulta todo esto un poco carca […] Mas, todo esto, que tiene sus apoyaturas eclesiásticas, tañe ciertos recónditos bordones de su ánimo, abre antiguas ventanas de su alma. Y, sin embargo, él se ha prometido cien veces no creer en Dios ni en nada semejante». 

Para cuando te das cuenta, ya estás atrapado en ella. En la belleza y alegría que emana. En sus calles perfumadas con olor a azahar, incienso, flores secas y velas derretidas. Y en sus sinfonías, conformadas por los sonidos de las trompetas y tambores, dulces llantos y sonrisas inaudibles. 

Para cuando te das cuenta, te encuentras, un año más, en medio de una bulla. Rodeado de hermanos y hermanas desconocidos (de una fraternidad universal, como la llamó Núñez de Herrera), mirando juntos a un cielo turquesa decorado con las imágenes. Y compartiendo la devoción entre lágrimas. Como le pasó a mis padres. Quienes, más de una década después de haber pisado Sevilla en tiempos de primavera por primera vez, hechizados por esa embriagadora belleza encantadora, han decidido empezar una nueva etapa de su vida. Una vida cofrade en Triana. Ambos habiéndose hecho hermanos de La Esperanza de Triana y decidido abandonar nuestra casa en Alicante, al menos, seis meses al año.

Yo, por mi parte, también fui con ellos aquella primera vez. Es más, aún recuerdo mi primera Madrugá. Debía tener diez años. Estaba bebiendo chocolate caliente en un vaso de plástico con mi madre. De noche. En medio de una calle repleta de personas y alegría, como si fuera la mañana de un sábado cualquiera. De momento, una voz vibrante nos gritó “¡Subiros al coche!”. Y nosotras lo hicimos, con un cierto aire de confusión. Cinco minutos después, una bulla, andando de espaldas en perfecta sincronía, pasó como si de una avalancha se tratara. Todos miraban hacia el cielo. Tras ellos, un palío (que ahora sé que era La Esperanza Macarena) pasó moviéndose al ritmo de la calle, de la música y de las ovaciones de esperanza. Mi madre y yo, aún encima de aquel coche desconocido, nos miramos la una a la otra. Mi padre bajó de la acera y nos miró con unos ojos, ya hechizados, aunque un tanto asombrados. 

Sin embargo, y a pesar de haber caminado entre las imágenes y las bullas aglomeradas en las calles de azahar durante más de cinco años, recuerdos que añoro y aguardo con cariño. Yo (aún) no he sido hechizada por la Semana Santa de Sevilla. Al menos no de la misma manera que mis padres.

En mi caso, ella (la Semana Santa de Sevilla) despierta una fascinación, tanto artística como cultural, similar a la que despertó en Miles Davis. Quién, tras visitar la Semana Santa de Sevilla y escuchar la autenticidad de sus sonidos (de los saeteros, de sus marchas, de la voz de los capataces, de los rezos de la gente, de las conversaciones fraternales) creó Saeta, incluida en el álbum Sketches of Spain. Una canción de jazz que epitomiza y evoca la devoción que ocurre tan solo en las calles de la ciudad hispalense una vez al año. Transformándola en algo «universal» y «accesible». Es decir, Miles Davis re-interpretó la experiencia emocional que vivió en las calles de Sevilla a través de una obra de arte basada en otra cultura musical y en otra visión–artística–de la realidad. Haciendo posible que, al menos una parte de la esencia de la Semana Santa, sus imágenes y su gente, perdure en el tiempo. Y pudiera ser, así, transmitida a otras personas de otros lugares, culturas y religiones. Quienes (desafortunadamente) se encuentran alejadas del sentimiento cofrade sevillano: de la fe.

En los últimos años he tenido la suerte de poder observar, en primera fila, lo que significa «sentir y vivir» como un cofrade en Sevilla. Gracias a mi relación con mis padres, a través de: las llamadas telefónicas centradas en determinar cuántos días quedan para que llegue Semana Santa, el carrete de mi iPhone repleto de fotos de las imágenes en la calle en tiempos de primavera, la televisión reproduciendo el distinguible sonido de la voz de Víctor García Rayo presentando La Pasión cada vez que los visito un fin de semana, el reciente olor a incienso incrustado en las paredes de mi casa, los chistes incomprensibles a menos que hayas visto El Palermasso, los viajes en coche al ritmo de las trompetas de Amarguras… Todos estos instantes y anécdotas han formado parte de mi vida (en París y Londres) durante los últimos años. Los cuales han contribuido a enardecer mi fascinación por Sevilla y su cultura, y a formar parte de ella a pesar de la distancia física. 

Por lo que, dado mi recurrente interés por entender qué es lo que evoca la Semana Santa en Sevilla y, especialmente, cómo consigue hacerlo. Decidí dedicar mi trabajo de fin de Máster–en Goldsmiths, University of London–a entender: ¿por qué mis padres lloran mirando a La Esperanza de Triana y cómo puedo hacer que otros hagan lo mismo? Una investigación auto-etnográfica, es decir, basada en mis experiencias personales como participante y observador, cuyo objetivo se centra en entender qué es la Semana Santa de Sevilla. Así como de qué manera ha sido integrada en la cultura, y las estructuras sociales de dicha ciudad. Moldeando las formas de ser y vivir de los sevillanos y, en especial, de los cofrades. 

Pero, ¿cómo transmitir quién es alguien que es invisible para la razón y que nos llama, individualmente, desde las emociones y memorias?

Teniendo en cuenta el contexto académico, predominantemente Marxista, en el que me encontraba, debía hallar la manera de explicar la Semana Santa de Sevilla desde un punto de vista sociológico y universal. Es decir, entendible para aquellos que no han sido tocados por la fe. Lo que me llevó a Max Weber. Un sociólogo alemán conocido por sus trabajos acerca de la sociología de la religión y el gobierno. Y es que Weber habló del «desencantamiento del mundo». De las sociedades modernas caracterizadas por la secularización, la racionalización y la pérdida del «hogar» (de la que habló Peter Berger, otro sociólogo y teólogo). De acuerdo a esta teoría, las sociedades occidentales modernas han evolucionado hacia estructuras que tienden a dar más importancia a la razón que a las creencias. Y, por tanto, se ha perdido lo que la Neurociencia denomina el «cerebro social». Por lo que ya no existen valores o creencias que unifican a las personas de una misma sociedad, y que dan sentido a nuestras vidas y a nuestra identidad colectiva como comunidad. 

Sin embargo, en Sevilla siguen habiendo personas que, a pesar de las limitaciones físicas traídas por la edad, continúan saliendo en procesión con el resto de sus hermanos y hermanas. Como, por ejemplo, las mujeres de la Hermandad de Santa Genoveva. Quienes andan, colectivamente, durante horas hasta el centro de la ciudad, acompañando a su Cristo. Lo esperan, y lo acompañan de vuelta a casa. O como dos amigos, que, durante años, salieron de nazarenos en la cofradía de la que eran hermanos. Uno en silla de ruedas, y el otro, empujándolo. 

Miles son las historias… Las cuales nos hacen cuestionar, ¿está Sevilla desencantada? 

Yo creo que no. Y es que, a pesar de ser una sociedad moderna en un contexto europeo, la ciudad de Sevilla, con independencia de los procesos de evolución (resultado de la historia), ha logrado mantener una identidad y unas creencias que siguen permitiendo unificar la sociedad y las formas de vivir y sentir de su gente.   

¿Cómo? ¿Por qué? 

Gracias a la permanencia de la tradición de la Semana Santa. 

Si analizamos y deconstruímos esta manifestación popular religiosa desde un punto de vista sociológico, la Semana Santa, que también ha sobrevivido al paso de los años, la historia y los cambios sociales, adaptándose a ellos. Observamos que esta tradición condiciona: el tiempo (y los ciclos de la vida), el espacio y la identidad de la ciudad de Sevilla. Potenciando la sensación de comunidad y el sentido de pertenencia–en base a los valores de caridad y la solidaridad que promulgó Jesús–, así como ofreciendo la oportunidad de compartir experiencias colectivas. Caminos que unen a los cofrades, y al resto de personas hechizadas. Sincronizando sus almas (o emociones, de acuerdo con la Neurociencia) y guiándonos hacia un mismo lugar: el cielo, con las imágenes. 

Es decir, la Semana Santa brinda una vida con sentido, mediante: 

El tiempo.

A pesar de que los cofrades tienen calendarios y relojes que informan del número de días que faltan hasta que las imágenes salgan a la calle, y que la llegada de la primavera es sinónimo de alegría en Sevilla, la Semana Santa no empieza el Domingo de Ramos ni acaba el Domingo de Resurrección. Sino que el calendario cofrade define y establece los distintos ciclos que conforman los 365 días del año: desde la Pre-Cuaresma y la Cuaresma, hasta las Glorias y la Navidad. Ciclos que organizan las vidas de los cofrades y la organización temporal de la ciudad. 

El espacio y la pertenencia.

Es claro que la Semana Santa no se entiende sin el contexto geográfico que conforma la ciudad. Y viceversa. La cual ha condicionado su evolución e historia, ya que el objetivo de este culto ha sido hacer la estación de penitencia en (ahora) la Catedral. Pero esta celebración impacta el espacio de una manera todavía más profunda, y es que la Semana Santa en Sevilla no se entendería sin los barrios. Caracterizados por la historia de sus imágenes, sus cofradías y la gente que las inició. Durante la Semana Mayor, toda Sevilla se une en procesión hacia el mismo lugar. Evocando una sensación de pertenencia colectiva y produciendo un significado del espacio y de los lugares. 

La identidad y la comunidad.

Desde un punto de vista académico, se puede explicar la razón por la que las creencias y mensajes religiosos dan lugar a sociedades más unificadas y menos alienantes. Desde el punto de vista de la historia de Sevilla, se puede contar cómo el origen de las cofradías se basa en la agrupación de comunidades de gente que se ayudaban los unos a los otros. Desde un punto de vista sociológico, se puede analizar cómo la Semana Santa de Sevilla es resultado de un conjunto de personas, profesionales, barrios y eventos colectivos–como el Pregón–que permiten dar pie a una vida comunal y unas estructuras de significado comunes. Sin embargo, para mí, cabe destacar el hecho de que la Semana Santa de Sevilla inspira a todo el mundo, con independencia de su edad o su barrio, a salir de su casa y compartir una copa de manzanilla en la calle, con su comunidad. Mientras esperan a un paso, comentan El Cartel o hablan de su hermandad. 

Las experiencias colectivas y el cerebro social.

La Neurociencia, así como varios sociólogos e investigadores a lo largo de la historia, han sido capaces de explicar los beneficios de los rituales o experiencias colectivas. Es decir, en este caso, se podría explicar teóricamente cómo se produce el proceso de alteración del estado de la conciencia y la percepción de las personas. El cual nos lleva a la pérdida positiva del yo (o a lo que se puede denominar «estado de eferverscencia») y la activación del cerebro social, mediante la sincronización de las emociones de manera colectiva y síncrona. Aunque prefiero la descripción de Núñez de Herrera: la Semana Santa de Sevilla hace que el filósofo abandone a Kant y Spengler, se beba cuatro cañas y «deje de ser laico durante siete días». 

Soy consciente de que resumir un fenómeno tan intrincado en la historia y las experiencias emocionales con una lista de «elementos», no conforma la realidad ni el mensaje global de la misma. Ya que la fe, la transmisión de la religiosidad popular y la palabra de Dios y Jesús son la esencia de ésta. No obstante, esta definición es resultado de abstraer y deconstruir la Semana Santa de Sevilla desde un punto de vista más analítico. Lo cual, por una parte, nos permite explicar cómo (y por qué) la Semana Santa ha conseguido que la ciudad y la cultura de Sevilla sigan encantadas. Y, por otra, nos pueden ayudar a entender cómo hacer que «otros lloren mirando a la Esperanza de Triana al igual que mis padres». Dicho de otra manera, entender cómo transmitir el sentimiento y la experiencia cofrade de manera universal, a un público global. Tal y como logró hacer Miles Davis, o tal y como lo explicó Núñez de Herrera.

Como resultado de mi investigación, y dada mi ambición por re-crear la (canción) Saeta de nuestro tiempo. Es decir, de diseñar una herramienta «artística» que permita dar acceso a una  experiencia emocional (cercana) a la de la Semana Santa. O, al menos, a un entendimiento alejado de ella. He creado CHICOTÁS: stretches of life*. Un proyecto artístico que pretende reflejar–de manera universal– la emoción y el estado de encanto que evoca esta celebración en la ciudad de Sevilla a través de distintos medias. Permitiendo «al mundo» entender/experimentar, de algún modo, cómo se siente la vida cofrade y, especialmente, la vida encantada en la ciudad perfumada por el azahar y marcada por las imágenes centenarias. Del mismo modo que yo he tenido acceso a través de mis padres. 

Este proyecto se compone de 3 tipos de experiencias. En primer lugar, se presentará en formato de exposición inmersiva en Londres, en Abril de 2022. Es decir, una exposición que no comunica ideas mediante elementos discursivos o información, sino que pretende recrear una experiencia multisensorial activando los sentidos a través de diferentes elementos (olor, sonido, luz). Su objetivo es entender si existe la posibilidad de universalizar el sentimiento de «encanto» que produce la Semana Santa en las calles de Sevilla y en su gente, a través de la reinterpretación de sus diferentes estaciones o elementos mediante obras de arte. Personificando, a su vez, dicho proceso de universalización ya que está creada en colaboración con un grupo multidisciplinar de artistas de varias partes del mundo, alejados del sentimiento cofrade. En segundo lugar, será puesta a disposición una web con acceso a diferentes tipos de contenidos. Y, además, se creará una publicación cuyo propósito es explicar la Semana Santa de Sevilla desde un punto de vista «universal». Embarcando a los lectores en un camino a través de sus diferentes estaciones y elementos, desde puntos de vista diferentes e interpretado por varios escritores, pensadores y académicos en distintos formatos. 

No lo sé. Pero, ojalá Sevilla logre re-encantar al mundo.

¿Está asegurado el «éxito» de este proyecto? ¿Hará que «el mundo» alcance a sentir la Semana Santa de Sevilla?